Para que practiquéis inglés a partir de ahora, publicaré algunas entradas al blog con su traducción gracias a mis profesores de idiomas que se han brindado a colaborar con sus artículos bilingües.
ESPAÑOL
Como es bien sabido, las Jornadas Europeas del Patrimonio celebradas en septiembre permiten visitar monumentos y lugares normalmente cerrados al público. Sin embargo, también son un buen momento para apreciar hasta qué punto el patrimonio cultural puede estar vinculado con la sociedad actual.
Tal es el caso de la «Casa del Patrimonio», que suele figurar por su encanto en las guías turísticas de la región de Borgoña (Francia). Los tejados de pizarra negra de sus antiguas casas de piedra, rodeadas de espléndidos viñedos, contrastan con el mosaico de ocres de unas paredes que vivieron tiempos peores.
En los años 70, después del éxodo de los vinicultores que las habitaban, los tejados y muros se encontraban en un estado calamitoso. Pero, desde entonces, las casas se han ido restaurando gracias al trabajo de cientos de voluntarios, muchos de ellos jóvenes delincuentes. Este es el motivo, más allá de la historia o la arquitectura, por el que la «Casa del Patrimonio» ve reconocida su labor con ocasión de las Jornadas de este año.
Pero este no es el único ejemplo. Entre los proyectos más destacados también se encuentra una fábrica estonia de la época soviética reconvertida para uso residencial y un programa británico de acercamiento de las minorías étnicas al patrimonio cultural. Se calcula en 20 millones el número de visitantes que acudirán a los más de 30 000 monumentos y lugares abiertos al público con motivo de las Jornadas Europeas del Patrimonio.
Para Serge Grappin, asesor pedagógico de la «Casa del Patrimonio», la conservación del acervo histórico no se limita a la renovación de castillos y catedrales. Pasa también por la reconstrucción de vidas. Él tardó 10 años en recaudar los fondos necesarios para comprar los edificios abandonados y después ha dedicado más de 30 a dirigir unas tareas de reconstrucción que todavía no han finalizado.
Muchos de los voluntarios participantes son jóvenes que han cometido algún tipo de delito como consumo de drogas ilegales o asalto a mano armada y que pasan dos semanas en el centro acompañados de sus profesores para trabajar con otros estudiantes. Gracias al trabajo que realizan, estos jóvenes adquieren aptitudes sociales y conocimientos prácticos que les resultarán útiles para superar su pasado delictivo. Además, desarrollan la autoestima al comprobar que las gentes del lugar valoran en mucho su trabajo. Algunos han llegado al punto de dedicarse profesionalmente a la conservación del patrimonio histórico.
«El patrimonio es un recurso pedagógico extraordinario» afirma Serge Grappin. «Los jóvenes son como las casas: también pueden reconstruirse».
Jaime Cano Navarro
Agradecimientos a Gerardo Patón
ENGLISH
Many people know European heritage days, taking place every September, as an opportunity to visit monuments and sites normally closed to the public. But they are also a chance for people to find out how cultural heritage can be made relevant to modern society.
The House of Heritage, for example, is the kind of place often pictured in tourist brochures from the French province of Burgundy-a charming cluster of old stone buildings nestled among rolling vineyards. The roofs are tiled in shiny black slate and the walls are a freshly mortared mosaic of ochre and rust-coloured limestone.
The House of Heritage in Saint Romain is not the only example. Other outstanding projects include a Soviet-era factory in Estonia that has been converted into a block of flats and a UK programme to involve ethnic minorities in culture heritage. An estimated 20 million people were expected to visit more than 30 000 monuments and sites during European heritage days.
For Serge Grappin, an educational advisor at the House of Heritage, historical preservation is not just about renovating cathedrals and castles. It’s also about rebuilding lives. He spent 10 years raising money to buy the derelict buildings and has supervised their restoration over three decades, a work still in progress.
Many volunteers are young people who have committed offences ranging from illegal drug use to armed assault. With their teachers, they spend two weeks at the centre, working alongside regular students. Through their work, the volunteers learn skills social as well as practical – that help them move on from their criminal past. They also gain self-esteem from seeing how much the locals appreciate their work. Some have even gone on to careers in historical preservation.
«Heritage is an extraordinary tool for education,» says Mr Grappin. «The houses were restored – but also the young people.»